
Nunca se ha podido dar una explicación satisfactoria del porqué los bancos cobran en promedio un 27% en sus colocaciones mientras sólo reconocen un 5% en sus captaciones. Ese margen del 540% que se están ganando no parece moralmente justificable desde ningún punto de vista en un país con una inflación de un 2% y con unas tasas de interés del banco central de sólo el 3.5%.
Es bueno recordar que no son los bancos los que generan desarrollo y empleo sino las empresas y las personas que se echan sobre sus hombros las obligaciones crediticias necesarias para financiar sus actividades, de manera que asociar los excelentes balances de los bancos con el progreso del país no es tan cierto como lo tratan de hacer ver. Si los bancos no se la ganaran toda – sin el esfuerzo y el riesgo que asume el empresario – los millones de colombianos que dinamizan con su trabajo la economía lograrían mejores remuneraciones tanto para su capital invertido como para el trabajo incorporado, con lo que la reinversión de utilidades dispararía el crecimiento y desarrollo del país. Vale decir: en este país no hay más empresas y más empleo por culpa del exagerado costo de la intermediación financiera.
La tajada mayor del ponqué es para los banqueros chupasangre, quienes en su defensa arguyen que no hay nada mejor que una banca poderosa para garantizar la solidez de la economía, lo que no pasa de ser un sofisma pues tal solidez es para los accionistas. Dicen además que sus utilidades no son tan altas (un billón anual, uno de los bancos, otro, más recatado, muestra 60 mil millones mensuales!); que sólo es una presentación contable porque ellas están representadas en TES. Pero el gran negocio sigue porque los banqueros soportan con fuertes donaciones las campañas electorales.
Cuando uno escucha la noticia de que los habitantes de lo que fuera la famosa Calle del Cartucho, en Bogotá, cedieron a los damnificados de Haití los dos mil desayunos que diariamente alguien les regala (porque, según dijeron, “ellos sí saben lo que es aguantar hambre”, uno no puede dejar de pensar en los banqueros colombianos, que ni un peso dieron para ayudar a esa pobre gente.
Pero son generosos, dirán algunos, invierten grandes sumas para financiar educación a través de fundaciones. Cierto es, como también que es un negocio hacerlas por los beneficios tributarios que ello implica. Esa amplitud y gran disposición de los banqueros hace recordar lo que se lee en los anales del Buckingham Palace sobre la higiene de la Reina Victoria: era tan pulcra que se bañaba cada tres meses … así no fuera estrictamente necesario!