
Al parecer nada hay más difícil que ser bien educado. Es este un concepto no solamente relativo sino también complejo. Relativo resulta cuando consideramos factores como la idiosincrasia (lo que es bien visto en una región o país no lo es tanto en otro). Complejo porque comprende muchos aspectos, por eso es que hay que comenzar a adquirirla desde muy temprano, desde la cuna prácticamente.
Son muchas las manifestaciones de mala o deficiente educación, entre ellas, de las peores, se destaca la de opinar abiertamente sobre la vida privada de las personas. Por lo general quien lo hace – a quien en adelante llamaremos “la atrevida”- está convencida de que con ello está mostrando cierto grado de confianza o familiaridad con la víctima de sus comentarios. Y es que invariablemente tiene un complejo de inferioridad frente al afectado y piensa que de alguna forma lo supera haciendo circular comentarios que sugieren cercanía e intimidad con él. Parejeros, les decían antiguamente los mantuanos de Caracas a quienes pretendían alternar con ellos. Igualados, creo que sería la traducción hoy día.
Uno no debe darle información sobre su vida privada a nadie a quien considere ajeno a su íntimo círculo familiar o de allegados, a menos que demuestre estar legitimado en causa para conocerla. Exactamente por esa misma razón uno no debe jamás pedir información a los demás acerca de aquello que pueda considerarse como del ámbito de su intimidad. Lo contrario es irrespetuoso y por consiguiente agresivo.
Obviamente esto lo escribo como un vainazo dirigido a cierta dama, amiga ella de dar consejos atrevidos a quien no se los está pidiendo, quien pareciera pretender con ello ganarse una posición o una imagen de justiciera sentimental con la que no consigue otra cosa que hacer el ridículo ante los ojos de los demás.
Es cuestión ya no sólo de buena educación sino de dignidad. Uno debe tener una vida privada tan suficientemente rica que no necesite, para nada, involucrarse con la de los demás. Quizá allí estriba la explicación a la impertinencia de los demás: tienen una vida privada tan pobre y tan vacía que necesitan llenar espacios con la ajena. Ah cosa triste.