sábado, 17 de abril de 2010

Pobrezas


La administración municipal anuncia que impondrá el pico y placa ya no para el centro solamente sino para toda la ciudad, y, suponemos, que durante todo el día. Importa un pito lo que piensen los comerciantes, los propietarios de empresas de servicios, los profesionales de la salud, los restauranteros, los hoteleros, los funerarios, en fin, los empresarios, quienes son los que realmente mueven la economía de la ciudad desde hace 40 y más años. Prevalece lo que disponga la morena advenediza y un par de asalariados de la nómina municipal.



Ante la incapacidad evidente de ordenar los diferentes factores y variables – ya señalados - que afectan la movilidad, al verse derrotada, la administración municipal opta por lo más fácil para cualquier alcalde bárbaro: decretar esa especie de toque de queda vehicular con el que se pretende no solucionar sino esconder el problema. Les quedó grande, muy grande el tema del tránsito en Cúcuta.



Se le ha ocurrido a alguien pensar que esas viejas lechucitas ya cumplieron hace rato su ciclo de vida útil? Se habla acá de chatarrización? Se preocupa alguien de que esas buseticas (que es lo único que hay) recojan a sus pasajeros al final y no al comienzo de una cuadra para evitar los trancones que esos tipos arman por la guerra del centavo? Tiene en mente alguna vaina la alcaldesa para remediar el caos de la Cero con Diagonal? La gente sigue estacionando sus vehículos donde les viene en gana y a su vez, todos los agentes de tránsito están dedicados desde hace años sólo a hacer comparendos por mal parqueo en vía pública y exigir SOAT y licencia de conducir, cosa que está bien … pero quién diablos “dirige” el tránsito en las calles? ¿Han visto de casualidad algún agente vigilando el cruce de la Gran Colombia hacia Guaimaral? Saben cuántas infracciones por hora cometen allí los buseteros?


Estamos invadidos de motocicletas conducidas por gente sin ninguna reglamentación ni instrucción acerca de su responsabilidad como usuarios de las vías públicas, por buseteros incivilizados y patanes del volante, por centenares de taxis que trabajan de incógnito (sin placas), por vendedores ambulantes aupados por la política de la Cúcuta “solidaria”. Era esa la visión de una Cúcuta humana, solidaria y competitiva que tenía esta señora? Usted volvería a votar por una vaina de esas? Todo el periodo se fue en la simple repartidera de kits y minimercados, de lo que no queda nada, nada. ¡Qué pobreza por Dios!

P.S.
No son pocos los cucuteños que están sintiendo un fresquito por cuenta de la quemadura de algunos congresistas aspirantes a su reelección. Pienso que a esos amigos les faltaron nociones de gerencia política, de servicio al cliente, de planes estratégicos de fidelización de líderes y electores. Son tan pobres que de nada de eso entienden, sólo se atienen a los bultos de dinero que se consiguen “por ahí” para comprar votos. Jamás hicieron algo por vincular nuevos profesionales que les ayudaran a generar votos de opinión y el aprecio de la ciudadanía. Eso a punta de billete no se garantiza la estabilidad. Siempre aparece alguien más adinerado que ellos y los jode. O alguien con un inmenso prestigio, como Clavijo, y se lleva todos los votos.

domingo, 11 de abril de 2010

Voto sin pasión y sin compasión


Indudablemente en un país de gentes maliciosas, como lo es Colombia, una personalidad como la de Mockus resulta verdaderamente de contraste por su transparencia rayana en el candor. Es francamente admirable su elevado sentido de la ética y la honradez que acompaña todos sus actos, tanto en su vida pública como privada.


Haber tenido el coraje de admitir – ya había sido advertido por muchas personas, entre otras por el suscrito, que le notó algo bien extraño en su último viaje a Cúcuta – que padece del mal de Parkinson, es digno de admiración y despierta toda esa solidaridad que estamos viendo, sobre todo entre sus mismos contendores por la presidencia de la república.

Sin embargo nosotros, una vez decantado el efecto mediático que produce esta íntima confesión, igual terminamos por admitir que ello, así como no le resta méritos a su aspiración, tampoco le hace mejor candidato que Juan Manuel Santos o Germán Vargas. Los colombianos pensantes debemos diferenciar muy bien: una cosa es la admiración por una persona y otra bien distinta es la confianza en una política que ha mostrado éxitos. Lo primero nos lleva al peligroso culto a la personalidad, esa irracional tendencia a soportarle y hasta celebrarle todo a alguien por el simple hecho de que nos despierta una gran simpatía. Eso es lo que incuba caudillismos, como sucedió en Venezuela donde el Chávez encantador sedujo con su verborrea a un pueblo ignorante.

En nuestro caso será bueno que por andar buscando a quien querer – en este país de odios – no caigamos en el culto al candor y a las monerías de tan ilustre filósofo matemático. Es clarísimo que los colombianos queremos, necesitamos y nos merecemos un presidente que sea honesto y transparente. Pero eso no es suficiente mérito. Además de ello el presidente debe ser un hombre probado en el manejo de los principales temas del país – seguridad y economía – en el entendido de que en este último tema están incluidos los aspectos relacionados con generación de empleo y de recursos para la atención de la inversión social.

Los colombianos sabemos más de los episodios graciosos de Mockus (bajada de calzones, matrimonio en elefante, echada de agua) que de su postura frente al manejo del orden público, de su política de vivienda, de fronteras, de salud, de desarrollo económico, energético y minero, de agricultura, de relaciones internacionales. Le reconozco un acertado enfoque en materia de educación y cultura ciudadana, pero, la verdad, lo veo más como un ministro en Dinamarca que como un presidente en Cundinamarca. Su ingenuidad y candor darían al traste con el buen rumbo que lleva Colombia, un país que no puede darse el lujo de abandonar una política de seguridad democrática, gracias a la cual todos los indicadores han mejorado sustancialmente.

Un país como Colombia se maneja con carácter, con una gran preparación académica en economía, con unas excelentes relaciones internacionales y en lo interno con un experimentado manejo político. No es el momento de hacer ensayos riesgosos, no podemos olvidar que, como nos recuerda Uribe: “la culebra aún está viva”.