miércoles, 6 de enero de 2010

2%


El diccionario dice que revolución es un cambio violento en las instituciones políticas, económicas o sociales de una nación. Al desentrañar el alma de la palabra podría pensarse que revolución bien puede ser re – evolución, algo así como replantear la evolución social y económica que el desarrollo de una nación tiene o ha tenido bajo un determinado esquema político. Ahora bien, por lo general se asocia la evolución con el proceso de transformaciones positivas y sucesivas que las especies y las sociedades tienen en el tiempo en procura de su perfección. Lo contrario sería la involución.

Así las cosas, vistos los resultados en materia económica y especialmente en términos de calidad de vida que presentan los llamados países socialistas, como Cuba y Venezuela, puede alguien genuinamente creer que eso que han hecho es efectivamente una revolución? Mantener a casi la mitad de la población dopada a punta de subsidios –gracias al billón de petrodólares recibidos en diez años – mientras se destruye toda la infraestructura del país, tanto la productiva como la física, es algo que merecerá algún reconocimiento político, social, científico, religioso, filosófico o de cualquier otra índole?

Lo que el señor Chávez ha hecho con Venezuela no sólo es la burrada sino la canallada más grande que alguien le haya hecho jamás a ese amado país. Pero hay que admitir que de no haber sido por la idiosincrasia venezolana y la ancestral incultura política y democrática que siempre ha tenido, ello no habría sido posible. Es decir, el grave daño no lo ha causado él sólo sino que para ello ha contado con la anuencia de una gran cantidad de politiqueros indolentes con su país. En todas partes hay camaleones, pero los vecinos son de veras bien exóticos: cambian los valores de una nacionalidad por los precios que el gobernante les pone a sus voluntades de trapo. (¿Cómo resistirse a un contratico de 1.500 millones de bsf, me decía un ingeniero ex dirigente de un partido tradicional).

Lo que iba a decir es que si hay algo verdaderamente revolucionario es el proceso paulatino y sin aspavientos que viene registrando Colombia en materia de inflación. Lograr reducir sus niveles año tras año, hasta llegar al insospechado 2% del año anterior, eso sí es hacer una revolución por y para el pueblo pero en una concepción socialdemócrata (ya en otra columna había señalado que era todo un absurdo hablar de revolución socialista con inflaciones tan elevadas como las de Venezuela). Hasta el colombiano más humilde se beneficia al conservar su poder de compra y no verlo socavado año tras año por ese terrible cáncer que es la inflación.

El aumento del salario mínimo en un 84% por encima del nivel de inflación es histórico, bien puede decirse que por fin se le rompió el espinazo a ese monstruo depredador. Esa es una marca que deja Uribe para la historia. Lo que viene en adelante es ascenso en términos de bienestar y progreso. Eso es de mayor provecho para el pueblo que dotarle de fusiles y andar comprando sukhois.

2 comentarios:

jk dijo...

Esta medida no ha sido la mejor tomada para enfrentar la crisis actual. Más bien, debería haber una reducción grupal de los salarios, acompañado de una reducción de impuestos. Así sería mucho más fácil poder manejar una crisis económica

ricardo dijo...

Está claro que la subida del dalario mínimo es mala pero con esta crisis lo único que alienta es que el empresario no contrate