
La posibilidad de una segunda reelección del presidente Uribe es un hecho inédito en la historia de Colombia que a nuestra generación le ha correspondido observar y/o gestar, bien sea que seamos partidarios de ella o no.
Seguramente son más las razones que pesan para que el pueblo quiera que de nuevo repita - seguridad, crecimiento y estabilidad de la economía, mejor imagen en el exterior, algo más de transparencia que en los gobiernos anteriores, etc. -, sin embargo es la primera de ellas, la seguridad, la determinante a la hora de considerar su re - reelección.
Ello se explica en que Uribe interpretó, como nadie, el sentimiento de frustración y de rabia de millones de colombianos que sentimos que al menos el 40% del siglo pasado lo perdimos para nuestro desarrollo, vocación y crecimiento personal por culpa de la guerrilla. Cuarenta años de secuestros, de extorsiones y, de vacunas, cuarenta años de atentados, de robo de ganado y de intimidación - para viajar, para ir a las fincas y a las fábricas - necesariamente producen todo el resentimiento del mundo en la población, y ahora que apareció, por fin, un presidente que nos ha liberado de semejante mal, es natural que nadie lo quiera dejar ir.
Más que respaldo a su gestión en otros frentes, lo que los colombianos tenemos es temor a que una situación tan ignominiosa vuelva y se enquiste en la nación. Honestamente creen ustedes que Serpa o Pastrana, Gómez Méndez o Noemí habrían hecho la mitad siquiera de lo logrado por Uribe?