Brujas

Conversaba el otro día con una amiga bruja – de las de verdad – y me contaba que el 90% de su clientela son mujeres. – Ustedes son unos pendejos, me decía, no creen en estas vainas y hay que ver la efectividad que tienen. No jodás, le dije, no es que no crea en eso, lo que no creo es que tenga necesidad de ello para alcanzar la felicidad, al menos lo que yo entiendo por felicidad.

Esta amiga, que no cobra un peso pero a la que sus clientes le compensan muy generosamente me cuenta que las mujeres acuden a ella como último recurso para salvar un amor. Cuando todo les ha fallado y es inminente una ruptura amorosa por cuenta de otra mujer, las féminas invocan la ayuda sobrenatural para retener a su hombre. Es entonces cuando mandan a hacer toda suerte de trabajos, tales como hechizos, el pronunciamiento de maleficios y conjuros, amuletos que deben ser colocados cerca de la ropa del “bien amado”, preparación de brebajes inmundos, regada de polvos satánicos, entierro de semen, puyadura de muñecos y muchas otras cosas que, como las anteriores, muy seguramente ofenden a Dios.

Un amor “ayudado” de estos es como un billete falso, no vale nada, no tiene ningún respaldo, tenga la denominación que tenga. Las señoras que acuden a estos sitios lo hacen cegadas por el odio y por ello no ven el enorme daño que pueden causarle a una persona, pues una vez iniciado el trabajo este no tiene fin, es decir, no es un trabajo quirúrgico que atienda una parte puntual sino que es como una gran explosión que acaba con todo: con la salud, el bienestar de la familia, el trabajo, lo económico, etc. Muchas veces se pide que al hombre no "le funcione" sino con la interesada (para eso la contra es hacer mucho ejercicio físico diariamente), pero de la mano de ese trabajo viene la ruina económica y otros males espantosos.

Tales “señoras” tendrán alguna vez que entender que lo que no puede arreglar el afecto, la comprensión, la inteligencia, el buen humor y, especialmente, el buen sexo, no lo va a componer la brujería.