Cicloimpotables

Todas las personas tenemos en esta vida nuestro cuarto de hora, vale decir, una época de relevancia laboral o profesional; es cuando se ocupa algún cargo de relativa importancia y con cierto poder. Por lo general cuando las personas se "soplan", como los sapos, al alcanzar una posición de esas, es porque no la merecían, les llegó por mera casualidad.

Es cuando súbitamente se vuelven impotables, como no tienen con qué, en lugar de hacer ellos el cargo, el cargo los hace a ellos. Adoptan actitudes imperiales francamente risibles, cambian su modo de saludar y de caminar, en fin, se sienten "alguien". Por ello ve uno tanta gente que "es cuando no es".

Después, cuando salen del cargo se vuelven queridísimos intantando recuperar el aprecio de quienes despreció. Cuando se vuelven a enchanfainar igual vuelven a la antipatía que consideran inherente al cargo. Es un ciclo. Parecen como esos celadores de los bancos, que durante todo el día son unos perfectos anónimos a quienes nadie voltea a mirar, menos en los cinco minutos posteriores a las horas de cierre en la mañana y en la tarde, cuando se ponen las charreteras y se sienten investidos de un poder pleno como de mariscal de campo y, así usted le ruegue para que le deje entrar a consignar, con gesto adusto y actitud prusiana le niega la entrada.
Pero, volviendo a los burócratas amigos, el punto es cuestión de cultura, de crianza. Uno debe entrar y salir de los cargos importantes con la "majestuosa humildad" de quien siempre los mereció. Ese concepto encomillado no es fácil de explicar en dos renglones, espero comprendamos el espíritu del término.